viernes, 20 de abril de 2012

El arte de la ciencia

20 de abril: Aquel domingo de un día como hoy en 1864, Louis Pasteur completaba el primer examen de pasteurización, con la ayuda de Claude Bernard, en su laboratorio de la Escuela Normal Superior de París, -situado en la Rue D'Ulm y alma máter de grandes intelectuales como Michel Foucault, Jean-Paul Sartre, Jacques Derrida o Louis Althusser-. A día de hoy, y a pesar de su fama mundial, quizás no tengamos presente la suma importancia de la figura de Louis Pasteur en la historia de la ciencia e infravaloremos la repercusión crucial que han tenido sus descubrimientos en nuestra vida.

Louis Pasteur, figura esencial de la microbiología (Felix Nadar, 1878)

       La historia de Pasteur no comienza como la del típico científico vocacional ya que desde niño sus  inquietudes se encaminaban hacia el mundo del arte y distaba mucho de ser un estudiante modélico -fue calificado como mediocre en sus clases de química-. Tras varias idas y venidas, inició sus investigaciones en el campo de la Química con el descubrimiento de los isomeros ópticos -moléculas de igual composición química con organización especular, es decir, como nuestras propias manos (véase la figura) y con propiedades idénticas excepto la desviación de la luz hacia un lado u otro- dando origen a la estereoquímica, rama que estudia la colocación de los átomos dentro de las moléculas. El caso más representativo de la importancia de este descubrimiento es el lamentable drama de la talidomida, una droga prescrita para combatir los malestares y las náuseas asociadas al embarazo a principios de los años 60. Este fármaco producía malformaciones que afectaron a unos 10.000 fetos, por lo que se realizó un estudio que concluyó que sólo uno de los isómeros del compuesto era seguro. A partir de ese momento los isómeros se diferencian como moléculas distintas ya que pueden poseer propiedades diferentes como en este trágico incidente.


Similitud entre dos isómeros ópticos y nuestras manos


          Pero por lo que verdaderamente destaca la figura de Louis Pasteur es por sus aportes al campo de la Microbiología -ciencia encargada del estudio de los microorganismos, aquellos no visibles a simple vista-. Demostró que la fermentación no era un proceso químico -como se creía hasta entonces- sino que en él intervenían microbios -específicamente dos tipos de levaduras- responsables de la degradación de la leche y de la formación de alcohol en el vino y la cerveza que actuaban en condiciones de falta de oxígeno -condiciones anaerobias-. Para la eliminación de estos microorganismos desarrolló un método consistente en la exposición a altas temperaturas que obtuvo el nombre de su descubridor: la pasteurización. Este descubrimiento es quizás su hallazgo con mayor impacto sobre la vida cotidiana, ya que evita la descomposición de los alimentos permitiendo su transporte, garantiza la prevención de intoxicaciones alimentarias causadas por microbios y es usada para esterilizar una larga lista de alimentos fluidos: lácteos, zumos, agua, cerveza, vino, salsas, helados...

     En esa época aún prevalecía -desde los tiempos de Aristóteles- la teoría de la generación espontánea, que proponía el surgimiento de vida a partir de materia inorgánica debido a que se basaba en la mera observación -por ejemplo, de cómo los gusanos salían de la carne muerta-. Pasteur logró refutar esta teoría mediante un experimento sencillo: instaló envases de vidrio, algunos con y otros sin un filtro que no dejaba pasar el aire, que contenían caldo de cultivo y observó que solo aparecieron bacterias en aquellos envases expuestos al aire. Así demostró que las bacterias se propagaban mediante esporas por el aire y concluyó que todos los seres vivos proceden de otros seres vivos (Omne vivum ex vivo). Esta afirmación fue la base de su teoría germinal de las enfermedades, en la que propuso la idea de que éstas son causadas por gérmenes que se pueden trasmitir de distintas formas entre criaturas vivientes.

       Pasteur es conocido también por sus esfuerzos en el estudio de los microorganismos infecciosos. Describió un horno para hervir y así esterilizar instrumental quirúrgico y de laboratorio -el horno Pasteur-; realizó un estudio que salvó a la industria de la seda francesa -como antes había sucedido con la vinícola y la pasteurización-, en el cuál identificó y aconsejó para la eliminación de un parásito de los gusanos que estaba causando estragos; y tras esto logró desarrollar de manera pionera las primeras vacunas contra el ántrax (sí, aquél polvo blanco que se puso tan de moda en la USA post 11 de septiembre) y contra la rabia o hidrofobia.

         Todas estas aportaciones le valieron el reconocimiento general traducido en diferentes premios y en la fundación -el 4 de junio de 1887- del centro que lleva su nombre: el Instituto Pasteur, del cual fue fundador y primer director, que ha llevado la vanguardia en la investigación de las enfermedades infecciosas hasta nuestros días produciendo varios premios Nobel -como, por ejemplo, Luc Montagnier por sus estudios sobre el virus VIH.

        Pero, a pesar de ser un personaje reconocido en la historia, el legado de Louis Pasteur es enorme e inabarcable aún en nuestros días ya que revolucionó por sí solo varios campos de la ciencia con hallazgos que cambiaron la concepción del mundo sobre procesos que nos rodean. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos con la herencia que nos dejó este químico mediocre que quería ser pintor.


Antiguo Instituo Pasteur que ahora alberga el museo y los restos de Pasteur (Luca Borghi)


Como siempre os dejamos algunas recomendaciones:
  • Un tema para escuchar hoy: Would? (Alice in Chains); hoy hace 10 años encontraron el cuerpo sin vida de su vocalista, Layne Staley.
  • Unas películas para ver durante esta semana: La tragedia de Louis Pasteur (William Dieterle, 1936), uno de los primeros biopics de la historia del cine y ganadora de tres Oscars; y Pasteur (Jean Epstein, 1922), película muda conmemorativa del centenario de su nacimiento.
  • Unos títulos para tener siempre en cuenta: Momentos estelares de la ciencia (Isaac Asimov, 1980) y Cazadores de microbios (Paul de Kruif, 1926).

"Desgraciados los hombres que tienen todas las ideas claras", Louis Pasteur.

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